Dentro de mí cohabitan dos Carolinas, una valiente, independiente, con fuerza, impulso, iniciativa y creativa, y otra, miedosa, temerosa y que en ocasiones se siente pequeñita, emocional y vulnerable y busca la acogida externa a toda costa, la seguridad de unos brazos que le abracen y le den la sensación provisional de refugio y validación
Que cohabiten estas polaridades tan diferenciadas se percibe como una tarea difícil de unificar, es como intentar mezclar el aceite con el agua y sientes que es ilógico que esta contradicción pueda convivir dentro de ti. Lo que no nos gusta de nosotros lo intentamos ocultar en las profundidades, y es lo que crea la sombra.
CONTENIDO!
1. ¿QUÉ ES LA SOMBRA?
La sombra son todos aquellos aspectos de la personalidad que juzgamos como negativos y que queremos esconder para que no sean vistos, son todas las actitudes, pensamientos que tienen características con las que no queremos identificarnos. Es muy fácil que aparezca rechazo a mirar aquello de nosotros que consideramos desagradable, aparece resistencia en aceptar que por dentro tenemos una facción de la personalidad que nos hace actuar por miedo y nos hace sentir los temores con fuerza, porque el simple hecho del experimentación del temor atrae al sufrimiento, y las emociones que provienen de ahí que no son agradables.

He escuchado mucho de la integración de nuestra sombra, de la aceptación de aquellas actitudes de nosotros que desaprobamos o que ni siquiera somos conscientes de que están ahí. No suena como una campaña de marketing muy seductora promocionar los aspectos incómodos de uno mismo, por eso es necesario hacer un acercamiento amistoso a las profundidades de nuestra sombra y entender por qué existe.
Normalmente las sombras personales son sistemas de rescate que aprendieron a sacarte de apuros a partir de métodos que en su día funcionaron, utilizan las actitudes necesarias para preservar tu sensación de seguridad. Si aprendiste que victimizándote obtenías atención, en situaciones en las que quieres ayuda sigues victimizándote con el propósito a que te atiendan, si aprendiste que mintiendo esquivabas el castigo, la mentira aparece ante cualquier amenaza a salir maltrecho. Estos comportamientos quedaron registrados en el inconsciente como software de superación de crisis y operan de forma automática, llevan el timón de la personalidad y te conducen por la vida sin que seamos plenamente conscientes de que están funcionando. Aquí, en el subterráneo de la mente, es donde opera la sombra, es la que lleva el peso de la responsabilidad de mantener salvaguardada la imagen personal, y lo hace a partir de actitudes menos agraciadas pero con una clara intención protectora.
2. ¿Cómo integrar la sombra?
El primer paso para integrar la sombra es conocer de su existencia, saber que tenemos una porción de nosotros que no es reluciente y escoger observar cómo actúa, sobre todo, en las situaciones de conflicto. Hay que ser valiente para ir voluntariamente a ver lo de nosotros mismos que nos resistimos a mirar porque preferiríamos que no estuviera allí. No mola saber que somos manipuladores, mentirosos, envidiosos… pero al hacerlo, la oscuridad de nuestros rasgos de personalidad ya no es tan oscura.
Una vez observadas, ¿Cómo aceptamos lo que no nos gusta de nosotros mismos?

Con paciencia y sin resistencias. Lo que nos disgusta de nosotros es como el niño pequeño travieso que mete la pata: si le condenas, regañas o castigas, se irá traumatizando más, o se volverá más rebelde, en cambio si miras la equivocación y le enseñas que equivocarse y caerse es parte del proceso de aprender a caminar por la vida, a partir de ese evento redireccionarás el error hacia el autocrecimiento en vez de la autoculpa y te encaminas a la cohabitación de ti mismo en vez de la separación.
Para la mente se hace difícil aceptar aquello de uno mismo que no luce bien y que catalogamos de negativo, ¡hay que hacer algo para evitar que lo considerado malo se sepa!!! Como lo juzga de inadecuado, busca ocultarlo o cambiarlo a toda costa, pero tanto ocultarlo como pretender modificarlo es presentar resistencia a lo que es y precisamente lo opuesto a la aceptación. Rendirse es aceptar que el aceite y el agua no se mezclarán, que ambos serán en la misma solución acuosa y que esa solución bifásica será separarda, y al integrar esa diferencia, al ver que no están integrados, ESTÁ LA INTEGRACIÓN.

Al permitir que cohabiten partes de ti aún que aparenten súper diferenciadas y antagonistas, estás relajando la diferencia entre ellas. Aceptar que en ocasiones podemos ser iracundos y en otras, pacifistas, forma parte del juego de contrarios de la vida, y en el abrazo de ese juego reside la calma.
Desde la observación de mi sombra, puedo entender que tiene una razón de ser, que ella apareció para protegerme, para rescatarme de la vulnerabilidad, es el mensajero que trae avisos de malestar que me indican dónde me siento bien y dónde no. La sombra está aquí para hacerte ver aquellas partes de ti que se mantienen dolidas, resentidas, y te trae sentimientos fuertes precisamente para que los mires y atiendas. Cómo mirarlo es tan doloroso, tenemos una tendencia urgente a esquivarlos y salir de allí. No queremos el sufrimiento y nos hace salir disparados hacia el otro lado lanzándonos a cualquier cosa que nos aísle de aquello.
Yo misma he vivido el hacer el baile de las sardanas alrededor del vértice que me hace sufrir, porque así en movimiento siento que el dolor no puede atraparme, si me mantengo activa y meneando, esas sensaciones no pueden alacanzarme. Pero cuando me detengo, caen encima con él peso del tiempo que se han ido acumulando. Y volvemos a querer rehuirlas, y volvemos a ponernos en movimiento para alejarnos de ellas, en un inacabable baile. Y créanme, estar siempre en movimiento para esquivar el dolor, acaba siendo agotador. en algún momento ya no puedes marcharte más y aquello te pilla, y no te queda más remedio que mirar.
¿Y sabéis que es lo mejor que hay para calmar a la sombra que viene a rebosar de aquellas sensaciones que no nos gustan nada? DEJÁNDOLA SALIR.
3. Dejar salir la sombra
Te pondré un ejemplo:
Hace unos días asistí a una boda con mi perrita, por muchas y variadas causas, la presencia de mi colega canino acabó en una especie de confrontación con mi mejor amiga que me pidió que me marchara. Bien, el rechazo fue tan fuerte que se me activó una sensación profunda de desamparo, una oscuridad que quería tragárselo todo, incluyéndome a mí misma. Llegué a casa con un profundo desolación que acariciaba una actitud depresiva, y tras el duelo del golpe inicial, sentí aflorar una rabia por el rechazo que hizo que me invadiera una ola de potencia física que decidí experimentar y dejar salir.
Sintonicé la música que necesitaba escuchar, música potente, contundente y permití la aparición de esta sombra que se expresaba contorsionando el cuerpo y sacando a la superficie la rabia del rechazo, vomitando a través del movimiento aquel desprecio, sacándolo fuera de mí. Mientras bailaba la ira, una fuerza que me impulsaba a seguirme moviendo, me revitalizaba… y entonces descubrí que aquella parte de la personalidad estaba allí para rescatarme de la tristeza y reavivarme de una vorágine de tristeza y depresión estacional. Aquella fuerza me rescató, me inyectó una dosis de adrenalina necesaria para observar la foca en mí, me llevó el antídoto de la depre, me impulsó, sin hacer daño a nadie a revivirme.
El cuerpo sintiendo la sombra me despertó del letargo de tristeza y después de transitarla, me devolvió a la calma. Parece mentira que experimentar la convulsión del escenario emocional que tenemos en nuestro interior pueda acercar a la tranquilidad, pero es así. Si la dejas salir a través del grito, del movimiento, si permites que se exprese en un entorno sano, es cuando se puede liberar, si puedes soltar la locura que experimentas dentro de ti, no sólo se marcha, sino que se va restableciendo el equilibrio mental.
Aquella sombra estaba allí para salvarme de la autocompasión. y después de permitir vivirla, sentí que ya podía dejarlo estar, que no quedaba rastro de resentimiento ni de luto, que todo se había limpiado. Sintiendo el dolor salí del victimismo, y llegué, precisamente al empoderamiento, a entender que la sombra únicamente quiere protegernos y que, en casos en los que nos hemos visto en peligro, atacados, nos ha pretendido ayudar, ha procurado nuestra supervivencia. Al aceptar que tenemos oscuridad, la oscuridad ya no necesita forzar el acto de presencia tomando el control o secuestrando situaciones, sino que podemos escoger dónde y cuándo experimentarla desde una posición de saludable autoconocimiento.
Carolina Muscatelo
Una respuesta a “ACEPTAR LO QUE NO NOS GUSTA DE NOSOTROS”
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